Dormía sin realmente dormir,
con ojos abiertos
los segundos emplastaban mi conciencia paralizada
contra el techo que se iba llenando de agujeros.
No los veía,
todavía,
y grises ráfagas estiraban de mi invisibilidad vital.
Quería agarrarme,
pero no agarraba materia,
veía disolver mi cuerpo en luz que me arrastraba,
Caía hacia arriba,
los libros se alejaban,
se volvían hormigas menguantes en la estantería atómica.
Decia “Mama”, pero no me oía,
los transparentes no tenían voz,
y finalizaba en un círculo,
que respiraba, se expandía y contraía
con ojos grandes y en sus pupilas veía
espirales de acumulaciones de estrellas y pulsares que rotaban
y comprendía la lejanía de su procedencia,
la curiosidad por estudiarme.
@Ava
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