No son los “Te quiero” de compromiso que me hacen entrar en estado de lucha permanente, con esa pasión que sentiría al ser rebelde contra el mundo por tu causa.
No son sensibilidades a la carta del menú de Google que deseo que embistas en mi luna piel del alma hombre, son más bien esas cosas naturales que haces cuando explotas y sacas la niña traviesa que sabe clamar por justicia y derecho de amar y desear a natura pura.
No es la muerte lenta de aburrimiento de novia formal que aspiro a respirar cuando alcanzo ver tu torre que me echa el puente para entrarte de frente, para agarrar tus cadenas y engancharlas a mis grilletes y hacer de la mazmorra los dominios de nuestros encuentros. Marcados.
@ Las Crónicas de Ava . En la voz de : Angeles López Quesada
Raspo carbón en mi visión del karma,
aunque negras no son frías las partículas que se me derraman,
sale liquido de mentor maestro suspendido entre el mirar
y el actuar.
Enfoco, medito, ordeno
y en cuadriculas ordenadas mis ojos mueven acciones,
unas que encadenan a otras,
encuentros, despedidas, tragedias,
vidas fallidas,
esas que pasan a ser lluvia de cenizas sobre los árboles calcinados.
Mi parte oscura,
verla y sentirla
se te hace continuamente trampolín para incursionar en mis huellas
desprotegidas.
Tengo de bueno lo que me dejan para luego las sombras inherentes.
No quiero madre, ni padre,ni la ley de
los porcentajes protectores.
Mírame y sabrás que voy a morir,
probablemente solo,
seguramente con mis ojos negros cosidos en tu no rendición y misión por
salvarme.
Esperaba sentado
en el cuarto callejón
de la Avenida Encuentro,
en un banco de madera con corazones
marcados a cuchillo limpio,
coloreado por los amores promiscuos
de las pubertades hambrientas.
Las diez de la mañana,
ella a punto de llegar,
sus niños a salvo en el arca del conocimiento.
Lo decía y yo entendía:
Mis niños primero,
antes que yo, antes que tu,
antes que cualquier certeza planetaria
que confirme a erupción de lava pasión
que tú y yo somos un mundo,
ahora aparte de todo sí.
Ser segundo no me gustaba,
lo detestaba,
simular normalidad al cruzarnos en el paseo de las columnas públicas
y rozarnos invisiblemente al cruzar,
era una gestión teatral por la que teníamos que pasar,
aún,
mañana Dios diría.
Inventamos palabras, códigos secretos,
perversos en clave de Sol mayor al juntar nuestras piernas
y sentir roce imaginario de nuestro próximo encuentro.
Hasta llegamos a entrar en juegos peligrosos,
con el morbo apretando,
haciendo necesarias esas locuras que tu hacías
y al hacerlas te sorprendías de porque las hacías.
Tu te sentabas en el asiento 7A en el Cine con tus tesoros,
y tu anillo derecho, ese que deseabas perder, deshacer.
Era complicado.
Yo desde el asiento trasero 8A te olía el cabello,
te soplaba, te inhalaba, y con dedo índice te dibujaba
segundos de sensaciones que te hacían recorrer tu libido.
Tu chaqueta postrada, extendida en tus rodillas,
tus manos debajo,
y tus impulsos y mis recorridos te elevaban una tensión,
que en ocasiones finalizaba en un alivio mutuo,
otras en repentinas interrupciones del juego iniciado.
Y venias,
a ese callejón,
a ese banco, lo pasabas,
y entrabas por la puerta trasera de ese edificio medio arruinado,
pero que aún ofrecía servicios de hospedaje angelical,
eso decían, aliados de la tentación.
Yo entraba cinco minutos después.
Segundo piso, letra E,
sin ruidos, sin presencias,
pago en efectivo a la señora mayor,
la pobre,
cansada y ella callaba con su televisor pequeño de 14 pulgadas.
Abrí la puerta,
tus ojos me llenaban, tus brazos me llenaban,
me llenaste al echarte al suelo.
Puta en la cama, señora en la calle,
así decía tu abuela,
la experiencia sabida.
Yo estaba a punto de llorar,
estos meses de camuflaje y evitar rastros,
de ser sombra invisible,
no pasaba de mí sin dejar factura.
Clamamos al tiempo,
rezamos a la Luna Patria de la que juramos ser sus hijos
y aullar sexualidad pura de almas que fueron recientemente liberadas.
El suelo,
parquet delicioso,
nos gustaba lo duro, lo plano,
cuando te montaba a veces te estiraba
el cabello,
te dominaba y alcanzaba,
oía tus plegarias de yegua desbocada,
y tenía el coraje de taparte los ojos
para hacerte besar mis manos
y coronarme en palabras de azúcar para llenar tu boca de alumna.
Con palabras te hacía el amor,
eso decías,
yo me encogía, y tú me desenrollabas como cuerda delicada
que salía por partes ennegrecidas con experiencias del pasado.
Conocías el Abecedario de la provocación impulsiva,
como viuda negra me alentabas a extender los límites de lo que habíamos hablado.
Perra que me lleva,
Diablo que se deja,
palabras soeces expresadas en erotismo reventado que hacían crecer tus senos
y me hacían sentir acero sueco.
Evitábamos describir, prometer, planear,
la vida sexo y la poesía labial era un doble ahora,
manos y dedos enlazados en una presión
que nos hacia parir el jardín de las orquídeas prohibidas.
Se nos habían terminado los adjetivos para definir
que material bombeaban nuestras venas al juntarnos
para respirar el mismo oxigeno.
El mundo le daba el nombre de Amantes.
No hacia justicia. Ninguna.
Yo me unía a ti, tu a mí,
maestros del placer, cómplices del nacer,
Ángeles de fuego destinados a desaparecer.
@ Las Crónicas de Ava
Declamado por Angeles Lopez Quesada
La palabra rota - Video Poema de Las Crónicas de Ava - Declamado por Ángeles López Quesada
La palabra rota
Hablamos, decimos, prometemos, insinuamos, juramos pero en demasiadas ocasiones, con mucho dolor, solo resultan ser palabras rotas. Vocales que no llegaron a cobrar su sentido en los cumplidos de los hechos, en la llegada exitosa para abrazar al que te espera y creo en tus palabras.
Hilos descosidos de las consonantes que no se aguantan en su sitio por ser viento vano. El que espera y su fe en lo oído, en lo leído, en lo comprendido por las circunstancias, se muere lentamente en decepción y la rueda del latir se mide en retirada para no cometer suicidio afectivo.
En efectivo las palabras de azúcar se deshicieron en glucosa al caer la tormenta de la nada, de la retirada progresiva del universo conquistado y compartido. Palabras rotas que volvieron sordas al regresar a su origen.
@ Las Crónicas de Ava Declamado por Ángeles López Quesada
Videopoema - El abrazo perpetuo de Yuma y Ryu - De Las Cróncias de Ava - Declamado por Ángeles López Quesada
El abrazo perpetuo de Yuna y Ryu
Tiempos de guerra.
Agosto 1945
Amaba a Yuna,
a pesar de nuestras familias,
enfrentadas desde generaciones por un estúpido
orgullo que ni yo ni Yuna entendíamos.
Zipango
La defensa y expansión del sol naciente radiante sobre tejido blanco
era la motivación de muchos de nosotros para seguir luchando,
seguir creyendo,
que el sol nunca iba a ponerse ,
y que nuestros enemigos jamás iban a poner sus zapatos sobre nosotros.
Yuna
Sus ojos mandarinas y sus dedos finos de aguas heladas
de los ríos de Hiroshima
se perpetuaban en mi decisión de luchar siempre por ella,
por mi, por nuestra estirpe venidera.
Luz
Tiempos de escasez,
y nuestro muro,
al que se apoyaban nuestros brazos para sellar
la invisibilidad de nuestros besos …
y apareció esa luz.
Seta venenosa
Era grande,
como un champiñón de nubes grises y negras
se extendía en el cielo,
y radiaba su veneno a los que miraban,
y a los que se escondían.
Abrazo perpetuo
Llego el tiempo de la transición,
la tierra ya no nos quería
y nos reventó y abraso allí mismo,
tocados al muro,
al oeste de la iglesia de Hiroshima,
al este de las garras del enemigo.
Inanición - Poema de Las Crónicas de Ava - Declamado por Ángeles López Quesada
Inanición
Hace un día murió mi madre y sus huesos rajaban casi su piel secada
y quebradiza.
Horas después ella aún me daba su calor
y sus ojos permanecían abiertos clavados en esta miseria
de desierto.
No tenía fuerzas para sostenerme,
mis ojos eran más negros que la propia noche
y el calor de ella se iba apagando,
no tenía ni fuerzas para llorar,
el frío era implacable y me apresaba la poca alma esperanzadora que me quedaba.
Durante el día pasaron los rebeldes al lado de mi lecho moribundo,
me veían la cara llena de moscas.
No se si podían ver mi mirada de desesperación,
si la hubieran visto,
tal vez hubieran tenido la misericordia de dirigirme una bala
para terminar con mi sufrimiento.
Debieron pensar que yo no valía ni esa bala.
En el Sahel hacia meses que no llovía.
Mucha hambre, mucha sed.
El trigo no crecía,
Dios no lloraba,
me estaba secando lentamente.
En mi próxima vida quisiera ver la hierba,
y pisar de lleno la tierra mojada.
Tuve una vida corta, una vida de amor,
el de mi madre, de mis hermanos,
y no conocí nada más que un mundo de polvo y sequía,
donde las mujeres lloraban por sus maridos muertos,
donde no tenia sentido ver al cielo y esperar ayuda.
Paraíso Paralelo - Poema de Las Crónicas de Ava - Declamado por Ángeles López Quesada
Paraíso
Paralelo
En latitud
paralela el respira su nombre (el de ella),
sus ríos (los suyos) aumentan en crecidas de palpitaciones sentidas,
las que siente por ella.
Ella lo quiere, él lo sabe,
el la ama, ella también lo sabe.
Y en trincheras ahora resisten esos sentimientos,
los suyos, el primer mundo, desde la perspectiva de él.
Y el es lo suficiente fuerte para aguantar,
resistir,
pero duele igual.
Ella siente lo que siente,
hay otro mundo, y el tiempo,
el tiempo que ella necesita.
3 mundos en un papel de días y semanas.
El que ama lo entiende, pero no olvida,
no traiciona a su respirar por ella.
Ella, lo sabe, si, pero esta su mundo anterior,
fue antes de él.
Tiene que hallar, descubrir.
El tercer mundo, el otro,
está y puede que no este,
pero el sentimiento (el de ella),
fuerte es por el (el tercer mundo),
desde la perspectiva del primero. Puede que
llegue el día,
que él mande todo al carajo
y la expulse de su corazón,
pero ahora aún no puede.
Agua que cae, la de ella,
y el la bebe, se refresca.
Aún así,
si, es la vida,
aún asi hay algo en su voz (la de él)
que ella necesita, hasta desea.
Sus tres letras no son en vano,
(A)mor
(V)alentia
(A)guante