Entran los cuervos negros
El picaporte de la puerta yacía en el suelo,
la noche temprana del día lunar entró,
a dos patas,
arrastrando silencio inerte detrás de sí,
con ojos negros cuya vida interior había sido vaciada.
No hay peor vida que la de la ira,
esa que deja las manos heladas
al tocar el acercamiento donde se aprecia ternura,
la que volatiza en micro nieve el beso de querer amar.
En la silla se permanece inmóvil
y por la espalda agarran los picos de un cuervo
descosen heridas cerradas
cosiendo nuevos calcetines para vestir el andar martirio.
El resto de la naturaleza se hundió en un agujero,
la sonrisa bella y alegre,
se emborrachó del dolor de no ver aparecer color por esa puerta.
No hay cortinas, no hay alfombras,
no hay el adorno de un niño, ni la sabiduría de un abuelo,
se los comieron aquellos,
los cuervos negros.
@ Las Crónicas de Ava
El picaporte de la puerta yacía en el suelo,
la noche temprana del día lunar entró,
a dos patas,
arrastrando silencio inerte detrás de sí,
con ojos negros cuya vida interior había sido vaciada.
No hay peor vida que la de la ira,
esa que deja las manos heladas
al tocar el acercamiento donde se aprecia ternura,
la que volatiza en micro nieve el beso de querer amar.
En la silla se permanece inmóvil
y por la espalda agarran los picos de un cuervo
descosen heridas cerradas
cosiendo nuevos calcetines para vestir el andar martirio.
El resto de la naturaleza se hundió en un agujero,
la sonrisa bella y alegre,
se emborrachó del dolor de no ver aparecer color por esa puerta.
No hay cortinas, no hay alfombras,
no hay el adorno de un niño, ni la sabiduría de un abuelo,
se los comieron aquellos,
los cuervos negros.
@ Las Crónicas de Ava
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