NADANDO DE ESPALDAS VISUALIZABA TU VIDA
Esta
mañana, cuando hacía mis ejercicios en la piscina,
me puse a pensar en ti.
Mientras nadaba de espalda de un lado a otro,
observaba las baldosas del techo,
y no me costó imaginación,
convertir a cada una de ellas en etapas de tu vida.
En una de esas baldosas visualizaba el momento,
en el que tu padre adoptivo te dejaba en aquel lugar,
para ser educada por monjas,
y no recuerdo el nombre que le daban a ese sitio,
pero recuerdo la enorme soledad y decepción
por dejarte sola allí.
Recuerdo también ese momento que entraste por primera vez
en el cuarto que te asignaron para dormir,
y yo me imaginaba ser ese osito de peluche descosido,
para hacerte sentir al menos un poco querida
en ese ambiente desolado de hogar y familia.
¿Y
recuerdas esa Monja diferente a las demás?
La que te traía tu postre preferido tras una reprimenda injusta
de las hermanas superiores, o te daba
galletas de chocolate a escondidas.
Estuve en el corazón de esa monja amorosa que sentía cariño por ti,
y que se avergonzaba de sus correligionarias,
por el trato rudo e injusto que a menudo tuvieron contigo.
Pasaron los años, y aprendiste a defenderte,
a creer realmente que vivías en un episodio temporal,
y que nada es permanente y lo mejor de tu vida estaba por llegar.
Mientras seguía dando brazadas en la piscina para decir “No” al abandono
personal,
yo también visualizaba ser ese cliente silencioso que visitaba con frecuencia,
el bar donde trabajabas.
Nunca sintió el valor de entablar una conversación contigo,
su timidez le hacía verte inalcanzable.
También vi el momento de tu primer amor, de tus primeras locuras,
y me convertí en la Vespa con la que tú y tu amante os escapabais
tras cometer locuras de amor desenfrenado.
Y si. ¿Recuerdas cuando vino tu hija a este mundo?
Yo fui esa mano de la enfermera que te cogía la mano
y te decía que tu hija iba a ser lo más bonito que ibas a traer a este mundo.
Y por no abusar de las memorias,
también recuerdo el momento que nos conocimos en Bilbao,
y tú me abriste las puertas de tu casa,
y me lleno de felicidad y amor la forma de franqueza
que tuvimos al hablar sobre nuestras vidas.
No éramos de juzgar, ni mucho menos.
Te sentí autentica en tu expresar,
y me dabas la misma confianza.
Si, así fue esta mañana, en la piscina.
Te recordaba, te pensaba, y quise retener el nacimiento de esa idea,
hasta llegar a casa, para escribirte este poema, o lo que diablos sea.
Si Fátima. Aun viviendo en contrapuntos opuestos de la península,
no reduce en absoluto el cariño y la amistad que te tengo.
Luchamos contra el olvido,
el viento no tiene nada que reclamarnos,
y aún en la gravedad de las lágrimas,
jamás nos ahogaremos.
Fortaleza. Aguante. Tesón.
Inteligencia. Memoria. Amor.