Ava ha muerto
Los días no son gotas que caen del cabello mojado
de una divinidad ficticia.
No.
Los días no son tempranos por amanecer antes que muera la Luna,
tendríamos que cerrar los ojos
y palpar la fluidez del encadenamiento continuo del tiempo.
Los sentidos desvanecen cuando desaparecen los ojos de este mundo,
te subes a un barco que cruza un rio, tal vez en Grecia,
o tal vez en Orion,
Ruge la nieve que no ha caído
y al pisar el suelo siento partirse en indiferencias
las teclas de piano que fueron tocadas anoche y dejadas a su suerte.
Rumbo a la destrucción del enlace que me dejo un día mi madre,
y tenia fe,
la tuvo si.
Y el otoño ya no esta, el invierno no es,
no hay chocolate saliendo de las ventanas de las familias,
no salen porque dejaron de reunirse.
Ava y su mirada,
ve y ausente,
y un cuarteto de cuerdas interpreta en su cabeza
un brutal devenir de un diluvio momentáneo,
se prepara la muerte, se recuerda la vida,
el decimo salto quántico.
Soy un poco alma de la Rusia profunda,
de esos días cortos eternos con poca luz
y el fuego de acompañante fiel y amante de caricias faciales.
Y el Lobo siempre al acecho,
cuando hay miedo muerde,
sin soltar te lleva.
En algunas fases de mis recuerdos
he sido preso en un barracón de Birkenau,
acosado por los guardias,
atemorizado por los pastores alemanes,
y experto siempre del aguante,
de la miga de pan caída en el charco del barro,
miraba el océano azul
y saciaba mi hambre sabiendo que nada es permanente.
Nada.
@Ava