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Del amor se ha hablado tantas veces,
de forma mala, regular, exagerada,
con razón, con fondo, sin fondo,
en dosis de irrealidad preocupante.
El amor fácil de hablar,
de enseñar en los mostradores de la virtualidad presente,
esos amores de alfombra desplegable y pisadas fáciles,
de palabras disparadas con gatillo irreflexivo,
como si la cantidad de melosidades decidiera la permanencia
y núcleo del amor real.
Y cuando reflexiono en esas vanidades tan fácilmente expresadas,
me hago más seguidor del silencio discreto,
de la ocultación de la masa circulante que quiere lo ya y lo rápido,
y lo denominan Amor,
etiquetado sin pensarlo.
La línea curativa de los sin palabras
empieza por el reconocimiento de los propios excesos,
y continua con la extirpación de las palabras sobrantes,
esas que se incendian con rapidez en los oídos que no retienen.
Soy confieso de los imposibles,
de lo difícil,
del arduo descubrimiento de los ojos
que solo revelan si tu logras paso en sus laberintos,
si logras la confianza de la puerta que filtra.
Soy confieso de la luz oculta
y la sombra paralela de esa que solo se comparte al amante,
al eterno ser que te acompaña.
@Ava
