Un trozo de eternidad
in situ
Me sentía vacío.
El sexo estaba bien para matar el impulso,
pero no me calmaba las aguas internas.
Había algo más y no lo tenía,
no estaba allí.
Así que entre en tu habitación para inclinarme sobre ti.
Aparté el cabello rizado de tu cara para besar la amplitud de la piel
en tu reino privado.
Miré a las paredes y se desintegraron.
Miré al techo y exclamé...
¡Dios!
Siempre lo digo cuando me quedo sin palabras,
sin fuerzas, sin luz, sin percepción de progreso.
¡Dios!
Te dejas hallar, te dejas hablar.
De vuelta a la física terrenal
el silencio acaparro todo el protagonismo
Me sentí aliviado cuando conseguí rajar el alma atascada
y echar todo aquello que me pesaba.
Termine diciéndote:
El tiempo que esté disfruta de mi compañía,
como yo de la tuya.
Es lo que permanecerá en mi recuerdo y en el tuyo.
@ Las Crónicas de Ava