LA INFANTILIZACIÓN DE LA SOCIEDAD
Se suponía que tu vida era tuya.
Pero para eso tenías que ser responsable,
y asumir las consecuencias de tus decisiones.
Quitar el miedo al fracaso,
y experimentar lo que es hallar con el tiempo
el camino de las cosas que se te dan mejor.
No te conviertas en un conejo angustioso
que solo espera a que Papa Estado tome
el control absoluto de tus decisiones.
Mejor no pensar. ¿Verdad?
Mejor es no preocuparse,
para no tener el insoportable peso de tomar la iniciativa.
Esperas como un ser viviente en disminución,
a que unos legisladores del congreso,
que ni en su puta vida se han manchado las manos,
ni han pisado calles,
te transmitan las próximas instrucciones.
Si confías en ellos, estás listo.
Es casi imperceptible,
pero con precisión te gotean
dependencias en tu consciencia,
y tu vida se atonta, se atrofia,
va camino a la insignificancia.
Ya ni protestas, ya ni te rebelas,
no vaya ser que te estampen la “Etiqueta”.
Hubo un tiempo, en que esas etiquetas
te las ponías como medallas,
y no te importa decir lo que pensabas.
Hoy veo ríos de personas repitiendo consignas como zombis.
Llevan baberos invisibles, donde se
humedece
su muerte silenciosa.
0 comentarios:
Publicar un comentario