Triste, escuchando a Ludovico Einaudi
Tropiezas,
así sientes,
y puede que no sea nada,
puede que lo engrandeces,
o no encuentras la medida para
canalizar tus emociones.
Flaqueas, hoy,
porque no puedes ser una columna
de hielo,
te duele a pesar de que vives días
redondos,
pero una ficha se ha desprendido y
la has sentido caer.
Necesitas tiempo,
unos días, un poco de coraje
y bálsamo del tiempo que te enseña
humildad y valor,
tu verdadera medida.
Arrodillado delante de la cama,
con las rodillas sobre una toalla
extendida en el suelo.
Estoy de blanco tejido,
murmuro para dentro,
y no estoy de rezos.
Me lavo por dentro,
con un poco de cariño,
con unas llamadas de afecto a
personas recientes
frecuentadas en el camino.
Desaparecer un tiempo,
lo que para mi dura medio año,
para el mundo es solo un día.
La almohada es piano,
la manta me hace invisible,
y dentro de mi hogar en el pecho
se acumulan los mensajes no
abiertos.
Se me pasa por la cabeza
perder facultades.
Mi mente está loca,
pero no quiero naufragar por no
estar solo,
tampoco quiero despegar por estar
con cualquiera.
Mis actos llevan la marca del viento
del Norte,
no me disculpo si he ido lejos,
no me gustan las preguntas que
sueltan lombrices
para agujerearme los pies y dar el
gusto de verme derrumbar.
El dinero, es un fin para reciclar y
crear,
para alimentar mi osadía de
compartir.
Me veo importante, si.
Pero a ti, te veo muy importante.
Floto sin dirección.
Me estoy curando.
@ Las Crónicas de Ava