El caracol que rompe
el tiempo para estar contigo
de ganas descosidas y vivas.
Corto con tijeras las cadenas del reloj
para tatuarte mi rotura con el tiempo.
Al besarte,
estoy ausente de orientación externa,
me aspiras.
Al darte punzadas de lengua por debajo y por arriba,
te azoto, te acaricio, te meneo el gusto por tus terminales sensibles.
Es solo uno de mis encantos,
estoy seguro de mi poder,
y lo sabes,
lo pides,
me abofeteas cuando la calle pretende agarrarme,
para que desista de ponerme los zapatos para volver a salir como navegante.
Sexo muerto, reventado,
ennegrecido con carbón calcinado de la noche de ayer.
Te hable de BDSM,
te hable del genio de la lámpara que no estaba acostumbrado a permanecer mucho tiempo,
y probablemente siga siendo así.
Hoy de cuero,
por la tarde un algodón que te cura tu herida.
Te lo doy.
Los dedos cuando agarran son viciosos,
la yema del contacto espontáneo,
mojar carne en el orgasmo de la fecundación naranja.
El sol ha salido ya,
y fíjate como mi baba de caracol alarga tus fluidos
hasta reventar por doquier.
No hay fronteras que valgan en mi mente cuando siento como lobo
metido en un traje de conejo.
Chúpame los labios,
chúpame los intestinos de mis erupciones constantes por declararme sin ley
en un mundo genético controlado.
A veces no quiero sexo, no quiero poesía,
no quiero rollos ni contigo, ni conmigo, ni con nadie,
a veces necesito subir una montaña para probarme de nuevo,
y traerte un regalo de la cima.
Por eso soy tan especial,
porque cuando estoy,
incluso durante mi ausencia,
lo doy, lo entrego,
te digo:
Quiero estar contigo.
@ Las Crónicas de Ava