El Sahara ¡Que llueve melancolía!
Una torre en el desierto y mucho calor,
siempre calor,
pozos secos y las gargantas echan fuego de sed
a más líquido.
El agua en pocas cantidades
es frecuente en el destino saharaui.
Dunas que mueven ciudades lluviosas
debajo de las provocaciones solares.
Hombres y turbantes,
mujeres bailarinas y el tejido oculta
miradas envenenadas con el peligro del escorpión.
Continente arenoso y el contraste con los tropicales,
y claro que no hay agua sin evaporación,
ni el arte se realiza solo sobre tierra quemada.
Preciosas si que son las sagas orientales
sembradas por todo el territorio del Sahara.
Muertes duraderas e imprevistas,
sus restos bajo toneladas de granos de polvo endurecido,
y recientemente Legionarios a paso apurado
escandalizaron en batallas bien pagadas.
Alucinaba con ver el barco de Simbad allí en esa duna
y recordaba aquella sirena que se bañaba con mojaduras
hechiceras en el oasis de la bondad.
Sonríe el S.O.S. en medio de palmeras y bonsáis implantados.
¡Estoy sola, que ningún malpensado piense acercarse!
S.O.S, un canto a la libertad
emitido por la sirena siniestrada
desde el desierto “Solitarium”.
De seda, oro, esmeraldas y hasta lindos monos
presumían en su tiempo las caravanas.
Hoy la lógica del progreso llego hasta ellos
con la inevitable corrupción
que se encarga de mezclar la nueva era con sus tradiciones,
y es triste ver como puede ser que alcohol y dinero
echan por los cuatro vientos a las delicadas fabulas
bien conservadas en pergamino.
Y los valores eternos de caballero y dama,
que solían dar claro ejemplo de que los cuentos de hadas
eran verdades con el puño sobre la mesa,
hoy desaparecen en las risas de los ignorantes.
Lentamente gritan en desierto rojizo,
no hay nada que lo pare.
Una torre, Simbad, la sirena,
indomable individualidad humana en el desierto.
¡Sahara!
@Ava