Coeficiente
Intelectual
La
música empieza
y así de fácil es acariciar el jersey de algodón
que absorbo de esa melodía preciosa que produce el piano de Vangelis.
Y ahora entonan los coros
y es como si estuviera en lo más alto que puede dar la felicidad.
No soy normal,ya lo se.
No lo digo con enfado, ni con aíre de presunción.
No soy normal y me siento por un momento satisfecho,
seguro de de que mis estatutos, mis reglas,
no están escritas en ninguna parte.
Amo este instante porque estas reglas solo,
¿y porque digo solo? ¡Será la costumbre!
Estas
reglas están en los sentimientos,
en la perla de una insólita lágrima.
Son muchas cosas,
demasiada vida para malgastarla el día
ante una pantalla de televisión.
La imaginación ya se encarga de imaginar que pasaría si ...
y dejémoslo únicamente en imágenes.
Siempre imágenes repetitivamente,
por si existen esas palabras,
y si no las invento.
En inconsciente activo componiendo en clave de sol,
vueltas y mas vueltas,
ya sabemos lo de “Ilusiones”,
apetecibles que nos hacen actuar,
andar tras la prohibida manzana
y una vez en nuestras manos
su sabor ya no es lo que deseábamos anteriormente
con tanto frenesí y cosquilleo de burbujas gloriosas.
Un libro me ayuda.
Antes no existía,
ahora sus verdades son mi único sustento en esta frase indecisiva.
Ayer un Si, mañana un No, ¿Dónde termina el circulo?
Saco el gato, soy ladrón de promesas semi desarrolladas.
Saco penas, convertido en transparente inexistente
enrollado en la delicia de un harpa.
¿Por qué escribir poesía para vanagloriar el don
del chiflado amoroso?
¡Escribiendo, pintando, gastando!
¿No os enterraste?
Faltan las comas,
esas que siguen a continuación ,,,,,,,
Punto seguido muevo el carro
hacia otra línea más segura.
Creo en Dios,
prevalecer y existir.
¿Acaso pensáis que me infravaloro?
Admito que no se rezar ni orar,
únicamente hablo letras sueltas
y de vez en cuando suelen formarse palabras
que marcan sensaciones.
Deguste lujuria y desnudez vulgar.
¡Que harto estoy!
Pecho contra pecho y todavía considero que no hay amor.
Claro que para machacar el instinto animal no esta mal.
Sigo entristecido,
separando ultramodernas cañas de bambú de la faz de la ciudad.
Numeros rojos galopean con emigrantes laborales
a cuestas la rectitud electoral.
Parada final, el billete trasnochado pierde dimensión,
próxima salvación a cinco mil pies de altura
y aventura caída en picado.
Ya sé, no quiero alabanzas,
¿Me entendéis?
Gracias a todos.
Sigo la caricia del algodón.
¡Ya habréis notado la lentitud de los segundos!
Quiero. Mucho. Mucho quiero. Quiero mucho.
Diagnóstico del chequeo:
Coeficiente intelectual oscilando.
Mi amigo, el cuadriplicador, prosigue con su manía
de doblar la propaganda del goteo palpable de mi ego.
Las hojas que riman se asimilan
a los llantos de una botella vacía de su líquido seductor.
Y mira, mirad, la única ocasión en que el cojo
sangra a ciento veinte por la autopista.
Imposible en términos realistas superar esta hazaña velocista.
El no recapacita para parar,
esta claro que tiembla demasiado para resignar.
¡Para! ¿Pero para que?
Un triple P,P,P desvela el polizón ratero,
en ascensión geométrica de precisar de mis refuerzos
vitales del Tango de la vida.
Ciento veinte terminaciones distintas precipitan
este redacto en una miseria rematada
y el diccionario ayuda a insertar nuevas palabras en estado crítico.
Los cinco dedos sensibilizan con la A
y expulsan lo nacido en la Z.
Soy padre productor y madre protectora,
centro de salida de la genialidad deletreada,
propiamente dicho un parásito demoledor de la nada,
ejerciendo y neutralizando a la antimateria.
Un cero no lleva vida,
un uno por cero no consigue compañía,
sin embargo deduce de su propia fuerza.
@Ava