El beso del alma,
así me decías.
Anoche en la cama mi sexo rozo tu presencia etérea
y las palabras en continuo crecimiento.
Visualicé tu cabello recorriéndome a galopeo
con pies de gacela acariciando cuello y cara,
y mi Mantra con escala en Sumatra.
Me seducía tu camisón,
esas cinco verdades tántricas que constábamos a lengua limpia y manos
abundantes.
Te declarabas loca después de realizar actos de lujuria cometida,
y veía en tus ojos soles negros que por fin se incendiaban al entrar en
erupción
con la psique que te entendía,
la que hasta hoy nunca se te había cruzado por tu vía desnuda.
Te pedía que cerraras los ojos,
tú me ataste los pies secundarios
para desprenderme de los caminos vanos que me hacían perder años.
No quise irme, no quise dejarte
y de esa forma entre en sueños
para quedarme dormido en tus brazos almohada,
todo después de hacer el amor con todos nuestros sentidos y partículas atómicas.
Provocamos una reacción en cadena donde creamos nuestro refugio consciente,
esa llave que quedo marcada en tu nuca, marcada en mi tobillo.
El beso del alma,
así me decías.
Y yo te susurraba al oído:
Mujer, hembra,
te toco, te huelo,
muerdo a placer,
hundo mis dedos, deslizo mi lengua,
en erección,
subo y bajo.,
dentro y fuera.
Mujer, hembra,
azotes y caricias de la mano que te enseña,
sueños reventados, sueños cumplidos, sueños perversos,
de todos los colores, de todos los placeres.
Mujer, hembra,
te hago llegar,
con eficacia alemana, con versatilidad latina,
con rodilla frotando, con boca atrapada en gestos
que te estiran el gusto, que te hacen descubrir nuevas sorpresas,
mi nuevo fetiche, mi nueva obsesión,
mi “Todo” en el bosque de tus aguas revueltas.
@ Las Crónicas de Ava