Hay dos clases de ataduras.
Aquellas que detestas,
que no te dejan respirar,
impuestas,
y soportas por necesidad, por sobrevivir.
Son esas cuerdas menores, y otras mayores,
que maldices cada día o las callas con voluntad.
Luego están aquellas que rayan la locura,
traspasan lo permitido,
lo tabú.
No son impuestas, crecen de ti, invisibles,
y alguna vez encuentran agua ajena donde enraizar,
donde apretar.
Esas cuerdas no inquietan,
liberan más allá de lo posible,
de lo deseado.
@ Las Crónicas de Ava