LOS MUNDOS DE
ADRIANA
¡Dime
Adriana!
¿Dónde está aparcada en tu jardín la nave dimensional que te trajo hasta aquí?
Me enseñas los cielos y yo también hace tiempo me hago preguntas sobre lo que nos rodea.
Me hablas de ondas dañinas y otras que atraviesan el espacio etéreo. Y aunque
algunas cosas parecen no afectarme, si comprendo que a otras personas si les
puede afectar.
Generar empatía, escuchar, ver visiones en las palabras que me estás contando.
¿Recuerdas como hace tiempo estabas
sepultada bajo toneladas aparentes de medicamentos y atontamientos?
Con el tiempo conseguiste liberarte cada vez más de ellos,
la naturaleza entro en tu caminar.
Al principio tus ojos los veía apagados, como mudos,
pero aún tenías esa sonrisa innata que es imposible de narcotizar.
Tus ojos revivieron, la luz se hizo más intensa,
y culminaste en ese abrazo fulminante que me diste para susurrarme que te habías
liberado.
Nunca te
vi payasa,
aunque te impusieran una nariz roja de plástico
para parecer graciosa en un círculo de apariencias fingidas.
Cuando
te hablan de cosas que no se pueden ver,
no significa que no existan.
La ciencia no puede explicarlo todo.
La ciencia de hoy no está al mismo nivel, que la que a habrá dentro de mil
años.
Contigo
aprendí a no prejuzgar,
a escuchar, a imaginar, a reflexionar.
Y si no lo entendía,
lo archivaba de momento en un cajón interior para posteriores ocasiones.
Desde
el futuro inmediato,
desde el presente continuo,
no dejes de hablarme de vez en cuando de tus mundos,
los mundos de Adriana.