Se me hizo más fácil agrandar el mundo
I. La fuerza con la que nací
A los doce empecé a visionar mis etcéteras quemados.
Aprendí a barrerlos con escoba para dejarlos en el cielo negro
de Constantinopla.
Años después,
con la ceniza y el “ahora”,
cayó una roca del cielo que me decía: ¡Eres amor!
Entonces el espíritu se deshizo de los grilletes que llevaba,
y pude salir volando.
Al atarme los zapatos,
admiraba el arte que podía ver con los ojos cerrados
y se me hizo más fácil agrandar el mundo.
Tenía cosas que decir del amor.
Con los pies en la tierra podía ir a donde quisiera.
Corría para acallar la crisis y la crónica de una muerte no anunciada.
No era ni peor ni mejor,
pero con corazón, sexo, cielo y menta
podía aniquilar la luz que radiaban los amores sin fondo.
El agua que me mojaba los pies, me levantaba el ánimo
y con el pude dejar entrar a todas las gaviotas que quería.
No solo cada cuatro años,
después de una Olimpiada, me surgía algo.
Cada día me dejaba abierto el hueco,
por donde entraba el aire de la autosuficiencia.
@ Las Crónicas de Ava
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