miércoles, 3 de septiembre de 2014

Poesía: ¡Átame!



¡Átame!




¡Átame!
Átame fuerte, sin compasión,
con decisión de la mano que sabe llevar la entrega desquiciada y sin domar
que entregue bien sabiendo, bien confiando,
bien oliendo el poder que sale de tus palabras vertidas en tazas de vida-porcelana.
Crucifícame de la forma que me dibujaste ayer,
sin cruz, con estacas, con cuerdas,
con pasión anclada a la piedra que estás dispuesto a echar por mí en la rueda del molino.

Estoy cansada de nubes-promesas que me lanzan inconcluyentes hombrecitos
con zapatos de gominolas que se derriten cuando trato de buscar verdad en ellos.
Tú viniste sin saber cómo,
te presentaste como un descarado de punta fina, y tu naturalidad me hizo volver a creer
en el niño-pijama que se escondía bajo mi cama 
cuando yo pintaba las trenzas de Pipilota Calzaslargas con tiza en las calles.

No me doma nadie, nadie,
pero tú has conseguido cortar mi mantequilla endurecida
que lamía para darles sabor a los panes del día.
Jamás fui sosa, jamás fría,
aparentaba mujer distante sí,
pero seda y viajes rumoreaban por la piel interna de mi pecho,
y tenía mucho techo para saltar a donde quisiera.

¡Sujétame!
Por Dios, cómo adoro cuando sacas tu lado infierno
y aun así no dejas evaporar todo la presión que hay en ti.
Chico malo,
tus palabras son hechos y tus ojos negros no hay por dónde cogerlos.
Y aún me vienes con esa sonrisa de sin patria…
Parecen no importarte los palos y circunstancias que te echan encima,
las soportas como maestro que tiene el secreto de la alquimia en sus manos.
Tus manos, sí.
Hazme obra santa y agárrame.

@ Las Crónicas de Ava


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