Crónica de una muerte no
anunciada
Apenas hablaba de ello, pero sabía que llegaría.
Era la positividad en persona,
pero no era muy dado a que le pusieran banderas y decoraciones.
El hartazgo lo mezclaba con muchas actividades
para no ser visto por fuera.
De vez en cuando,
como ayer, como hace unos meses, como hace unos años,
se encontraba con otros supervivientes y náufragos
de su misma realidad lejana.
Eso le llenaba los ojos interiores con más agua.
¿Quién dice que?
¿Quién lleva incrustado un fragmento de una estrella enana en la palma de la mano?
¿Quién es quién?
Los albores de la humanidad se pusieron a subasta en un portal de Internet.
La carga oculta,
bien llevada.
El orgullo de una raza excepcional,
bien llevada.
Y esta ese reloj colgado en la cocina con las paredes lisas de rayas y autopistas verdes.
Con cinco minutos de atraso.
Llorar, siempre se le ha dado muy mal,
pero que muy mal.
¿Qué decir?
Pasa la vida.
Pasa todo.
Y es tan evidente la superioridad espiritual
sobre el tiempo limitado que queda.
Su interior se vació,
después de vomitar media decena de amores caducados.
Bajar las persianas le alivia,
salir de noche le hace volar,
arrancar las palabras justas del teclado negro le hace entusiasmar.
Padre, Madre,
os quiero.
Amigos, Amigas,
os abrazo.
Fuerza veloz que estas en el espacio continuo,
entro en tu arrastre.
@ Las Crónicas de Ava
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